Te escribo como si leyeras.
Otro día más, ya perdí la cuenta y la esperanza. Se nos fueron los momentos con las prisas y los peros, y ya sólo me tengo a mi.
Y sí, pero no. Quisiera estar buscando la forma más bonita del universo de sorprenderte y decirte que en unos días nos íbamos a Roma; sin embargo, recuerdo que todo ha cambiado, que nada de esto será, que no vas a leer lo más bonito de mi alma los diez de octubre.
Respira, trata de ser feliz. Siempre te gustó octubre, ¿no? Qué bonito pero qué triste. Estas cosas pasan constantemente, supongo; a veces necesito esto. A estas alturas creo - y ojalá me equivoque-, que la única forma que tengo de escapar del precipicio es saltando hacia él, y que sea lo que tenga que ser. O que no sea. O que un día me llame y me diga que quiere quedar a tomar un café.
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