Un trozo de sábana me recordará siempre que te tuve.

No se me ocurre una razón mejor para hacerte el amor
 que la comprobar que los ángeles,
 a pesar de lo que digan,
 sí tienen sexo.

Jugaste con una pluma a navegar por mi cuerpo y supe que podría deshacerme los huesos contigo el resto de mi huida. Te recorrí, me recorriste, nos corrimos a medias y volviste a irte. Pero yo esta vez yo me adelanté y ya había desaparecido. Y entonces tú te quisiste quedar y yo me arrepentí de haberme ido

Debe ser muy egoísta prohibirte al resto del mundo por quererte solo yo –pensé.

Y amaneció. 

Tu seguías durmiendo cuando escapé de puntillas.
(Créeme cuando te digo que la Paz Mundial tiene que ver con verte a ti dormir)

El golpe de la puerta sonó a quédate y yo bajé las escaleras con las ganas de subirlas. Me senté en un escalón y me miré las manos con las que tanto habíamos intentado matarnos minutos antes.

Deberíamos deshacernos de las sábanas, han visto demasiado, 
–dijiste.


Y con una navaja azul y el corazón en las uñas, nos llevamos parte del escenario del crimen.

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